Las pinturas de Miguel Ángel González Febrero en el Museo Arqueológico de Cacabelos
El departamento de Arte y Exposiciones del Instituto Leonés de Cultura, Diputación de León, en colaboración con la familia del artista y del Ayuntamiento de Cacabelos presenta la muestra titulada: Secuencias, una aproximación a la pintura de Febrero.
La muestra forma parte del programa especial del departamento de exposiciones itinerantes por la provincia de León, que la Diputación ofrece de forma gratuita a los ayuntamientos, exposiciones integradas en el plan general de dinamización cultural de la provincia, cumpliendo al mismo tiempo la función de servir como elemento de puesta en valor, dinamización y difusión de la actividad creativa desarrollada por nuestros artistas.
La muestra se presenta en el magnífico y emblemático espacio del MARCA, Museo Arqueológico de Cacabelos, está integrada por catorce pinturas, que forman parte de la colección privada de la familia del artista, obras que han sido cedidas temporalmente para su exhibición. En este conjunto tenemos un recorrido sencillo y escueto por algunas de las etapas fundamentales de la evolución creativa de este destacado pintor leonés.
La muestra ya puede visitarse y permanecerá en el Museo Arqueológico de Cacabelos hasta el próximo 29 de abril.
Aproximación mínima a la figura y obra de Miguel Ángel Febrero y su obra en general
Miguel Ángel González Febrero (1948-2020) nace en León e inicia su formación de la mano del escultor Victor de los Ríos, posteriormente con Francisco Espinos en Madrid, asiste al Círculo de Bellas Artes y expone por primera vez sus dibujos con otros compañeros de este centro en 1967. En 1969 ingresa en la Escuela de Bellas Arte de San Fernando, sin llegar a terminar los estudios.
Su obra muestra desde un principio una vinculación al naturalismo y al realismo, aunque se pueden diferenciar algunas variantes según el momento y las obras pictóricas que analicemos. Así nos podemos encontrar con piezas que presentan un cierto enfoque impresionista en el aspecto técnico por el tratamiento del color, la luminosidad y la pincelada suelta y vibrante. Por otro lado, surge una influencia de un cierto hiperrealismo en su vertiente más castiza o española, cargada de una cierta melancolía a la hora de captar y reivindicar el aspecto urbano más popular y tradicional de la ciudad y de los pueblos, con cierto vínculo a la obra de la pintora leonesa Petra Hernández. Al mismo tiempo cuenta, casi en paralelo, con obras de un realismo que presenta cierta influencia del hiperrealismo con un cierto toque pop, planteándonos la captación de la realidad más actual, con unos enfoques formales y estéticos muy próximos a las primeras etapas del pintor hiperrealista español José María Cuasante.
Posteriormente trabaja de forma intensa el paisaje natural, la figura y el retrato que pasan a ser temas estructurales en su pintura, aunque en ocasiones puedan estar subyacentes. A partir de finales de los años ochenta su pintura se libera, se irá poco a poco desmaterializando formalmente, desnudando de elementos superfluos y generando una obra sintética en un espacio plenamente pictórico de experimentación cromática y matérica, dando paso a la liberación plena de la mancha de color en una utilización de una composición abierta y dinámica.
A partir de este nuevo enfoque vendrán en los años noventa una inmersión en un intenso expresionismo en bodegones, paisajes e incluso rememoraciones o interpretaciones de figuras clásicas de la pintura española como ocurre en el Cardenal, piezas de una gran densidad y textura pictórica, donde el gesto del pincel y la brocha toman protagonismo en la expresión dramática y gestual del tema representado. Por otro lado, desarrolla un expresionismo muy potente y significativo, centrado en este caso en la representación de la figura humana, que se hace más sereno, menos agresivo en su expresión, con un colorido más alegre y sutil, que presenta la desnudez y deformidad de las figuras que se definen casi linealmente y por manchas, desvaneciéndose o fundiéndose en el plano pictórico que en ocasiones.
A mitad de los noventa surgirá con fuerza lo que denomina Rosa María Olmos en su tesis doctoral sobre el informalismo leonés, la etapa informalista de Miguel Ángel Febrero. Un periodo que se superpone con otros enfoques y planteamientos, en los que desnuda su trabajo de una referencia explícita y clara sobre la figuración o referencias a lo natural, aunque en cierto sentido siempre tienen una presencia latente. Su obra en este momento se hace densa, intensamente experimental y en cierto sentido constructiva y se centra en la investigación puramente plástica. Desde mediados a finales de los noventa su pintura se hace mucho más vibrante, dinámica, colorista y retorna a la referencia de la figura y la naturaleza desde lo sutil, lo parcial, lo celular, lo germinal, lo orgánico, generando un mundo nuevo de imágenes que sugieren lo vital y la energía de vivir. A partir de este momento vuelve o retorna al expresionismo figurativo, ya sea de tono clásico de influencia germánica, como la magnífica pieza Ostracismo de Caronte o a la vertiente vinculada al primitivismo y tratamiento arcaico.
Las pinturas posteriores a 2003, después del ictus cerebral que sufrió el artista, son la prueba de la capacidad de lucha y energía vital de Febrero por seguir creando, son piezas de una gran calidad técnica y gran potencia visual donde el gesto se hace protagonista de una composición distorsionante, electrizante y caótica y.
Así podemos observar cómo su obra a pesar de mantenerse en un permanente cambio y transformación e incluso en ocasiones reflexionar o volver a fases previas, tomando como punto de partida esencial la experimentación plástica, se podría agrupar o definir por etapas o fases con un cierto sentido de unidad.
La muestra que presentamos hace un sencillo recorrido por su etapa expresionista figurativa pasando por la etapa informalista y acabando con varias piezas de su última etapa después del ictus cerebral. Al mismo tiempo pretende ser un sencillo homenaje y al mismo tiempo poner en valor la obra de Miguel Ángel Febrero, uno de los artistas fundamentales del panorama artístico leonés del periodo que transcurre desde finales de los años setenta hasta los primeros años del cambio de siglo, periodo de una gran significación artística en el arte leonés tanto dentro como fuera de nuestras fronteras; recordar nombres como Luis García Zurdo, Alejandro Vargas, Modesto Llamas Gil, Petra Hernández, Antonio Gago, Manolo Jular, Enrique Estrada, Juan Carlos Uriarte, entre otros.